Después de mucho pensar,
de sentir y de reflexionar,
concluí que la vida es tan extensa
que es un aprendizaje que no termina.
Que nada está dado por hecho
y que todo está en constante movimiento.
Que todo pasa, todo cambia y todo sigue,
porque inexorablemente la vida sigue.
Después de un período muy oscuro en mi vida,
después de que las preguntas sin respuestas
casi reventaran mi cabeza,
mi razón y mi certeza
regresaron cuando dejé fluir mis experiencias.
Dejé que lo que quisiera irse, se fuera,
y que lo que quisiera quedarse, se quedara.
Así comprendí que todo tiene un momento perfecto,
un tiempo adecuado
y que Dios no se va de mi lado.
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